miércoles, 14 de noviembre de 2007

Marcelo Pellegrini




De: La fuga (Poemas 1992-2007). Santiago: Beuvedráis / Manulibris, 2007, pp. 108-110).


Tietê nocturno


A José Luiz Passos


É noite e tudo é noite. Uma ronda de sombras,

Soturnas sombras, enchem de noite tão vasta

O peito do rio, que é como si a noite fosse água,

Água noturna, noite líquida, afogando de apreensões

As altas torres do meu coração exausto.

Mário de Andrade


Como un dios destruido e iluminado

o como serpiente negra y lenta

apartas tus ojos del mar,

Tietê, río de siete vidas

y siete certezas,

huyendo de las aguas cual niño taciturno,

fija la mirada en las nubes que pasan.

Raro curso, como extraño abismo,

haces por los territorios de tu deseo.

Tu camino, capullo transparente,

pierde la memoria y se ata a su destino.

No hay nadie en las extensas planicies,

sólo un murmullo que no conoces,

un frío que habita esas rutas,

terrible viajero sonámbulo.

No eres nadie pero eres todo,

Tietê, río inconcebible,

pareja armonía de agua muerta

que todo lo transforma en légamo.

Nos apartas del mar

en tu peregrinaje

pero nos llevas hacia otras melancolías,

río, ajeno río de donde todos nacemos.

Tus puentes no son puentes,

son arcos en honor de fútiles victorias.

La noche camina junto a ti

como en tantas ocasiones,

y es ahí donde eres más río y más agua,

más asombro en la espesura,

lecho de estrellas,

alas de un águila caída.

Te pierdes, nos perdemos en ti,

somos hijos de ese viaje,

de los peces muertos a nuestro paso,

ángeles que nos hablan con voz muda.

A tu vera los oscuros habitantes de la ciudad

duermen el sueño de un sueño,

errancia de la luz.

Quizá nosotros también huimos

sin saber de qué, sin saber a dónde,

regresos sin fin y sin memoria.

¿Qué será de ti después de tanto tiempo sin tiempo?

¿Qué lugares te esperan, qué corazones muertos?

Seguirás en tu huida hacia el abismo,

hacia los brazos del horizonte oculto.

Seguiremos tu ruta

y veremos repartido tu cuerpo

en todas las planicies,

lento río sin nombre,

noche líquida que nos abandona.




Textos inéditos


“Si de fuego no, de aire”


Ante la inminencia del invierno

el enaltecido sol al borde de una nube

vuela hacia el otro hemisferio

para acariciar otros cuerpos

y en un segundo del que no tenemos noticia

va del fuego al aire con aire distante

descansa cual niño

su ojo cerrado adormecido

por el narcótico arrullo

de las estrellas (sus menores hermanas)

amigas nuestras solidarias

que juntan fuego sagrado

para nosotros mientras

el hermano astro rey cansado

navega sobre el cielo

al borde de un segundo

ante la inminencia

la inminencia

del invierno.




Mirlo

Para Waldo y Eli, con el recuerdo de los mirlos de París


Vestido de negro fuego, el mirlo busca la fruta exuberante. Sus alas son el aliento de la tarde, el vaho que una nube graba en el cielo, efímero rastro de una eternidad que huye con la lluvia. El tumulto de la calle le hurta su canto pero no el tierno estrépito de su urbano aleteo; de pronto, su ráfaga cruza por sobre nuestras cabezas y se dirige al puesto de las frutas con la rapidez de un jadeo. Se posa cerca de nuestro parloteo, echa un par de miradas furtivas, recoge una cereza y de inmediato emprende el vuelo hacia la cornisa de un edificio cercano, orgulloso de su hallazgo. Nosotros, sorprendidos y risueños, tan sólo enmudecemos.




10 de diciembre, 2006


El justo sol de invierno anunciaba una diáfana mañana. Nuestros espíritus se libraron de un peso de siglos, pero ni siquiera para una alegre despedida guardamos las flores sobrevivientes. Esa fue nuestra justicia: la indiferencia hacia quien había muerto mucho tiempo antes y ahora dejó de existir.





Amor tardío


pero las uvas

nos hablarán del mosto

por su baba

José-Miguel Ullán


Del licor al estruendo

hay una sola vía:

tus ojos, no los míos

saliva de la córnea

en el amor tardío.

De la lengua al aliento

hay un solo camino:

estas sílabas rotas

que nada nos dirán

entre el agua y las rocas.

Entre tacto y bullicio

hay un mosto que hierve

piedra de cal y canto

del sol su majestad

lagar desierto blanco.

Entre el árbol y el día

hay brumas que descienden

besando las semillas

frente al mar frente a Dios

un no sé quién se anilla.








*Marcelo Pellegrini M (Valparaíso, 1971) Poeta, ensayista y traductor, Doctor en Literatura por la Universidad de California, Berkeley. Ha obtenido la Beca del Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda (1993). Mención honrosa del Premio Municipal de Literatura de Santiago (1998). Como poeta ha publicado Poemas, 1996; El árbol donde envejece la muerte, 1997; Ocasión de la ceniza, 2003 (libro que reúne íntegramente los textos precedentes como también numerosos poemas inéditos) y El sol entre dos islas, 2005. Como traductor una de sus últimas publicaciones es Figuras del original, Ed Beudedrais & Manulibris, Santiago de Chile, 2006 que reúne sus versiones de poetas en lengua inglesa y portuguesa y como ensayista Confróntese con la sospecha: ensayos críticos sobre poesía chilena de los 90 Ed Universitaria, Santiago de Chile, 2006. En la actualidad enseña literatura hispanoamericana en la Universidad de Wisconsin, EEUU.

En 2007 publica el libro La Fuga (Poemas 1992-2007). Editorial Beuvedráis-Manulibris.



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