Ojos en la fuente
Jugábamos con mi hermana Fernanda
a quién podía tener los ojos abiertos
por más tiempo.
Después el sol nos iluminaba los ojos
como espejos en una fuente china,
y al mirarnos tanto rato
podíamos vernos el uno dentro del otro.
Dimensión inigualable
era el viajar por los ojos,
fijar la vista hasta perderse
en la misteriosa identidad de los sueños.
Pasábamos por mucho tiempo
con los ojos intactos
hasta no saber
si abrir o cerrar los ojos
era la entrada o la salida.
Gaviotas
a Juan Luis Martínez
Me gusta el sonido de las gaviotas
lejos del mar,
porque reconocen una parte de mí
que no conozco.
Representan el lenguaje
que puedo hablar mientras duermo,
definen la extensión
de un sueño profundo
que no recuerdo mientras despierto.
Revelan la existencia
del misterio de lo desconocido,
descifran la ruta
del regreso hacia mí.
Entre los árboles
a Colomba, Almendra y Bárbara
Entre los árboles
mi hija no es más que un sueño
que aparece y desaparece.
Es la dicha inexplicable
que nos abandona y nos visita
sin término.
Una gran multitud de árboles
moldeando el silencio por las tardes,
la paz de una cama de hojas
para la siesta del verano.
Resucitar para habitar
sus ojos llenos de flores,
perderse entre las sombras de los árboles
para ser rescatado
por el murmullo del viento.
La pagoda y el lago
Desde la pagoda pienso:
el tiempo no puede tocar el lago,
el lago es el reflejo de otro mundo,
otro mundo
donde el tiempo ya no es el tiempo.
El leñador
Cada leñador
posee una oración
para derribar un árbol.
Sabe muy bien
que el hacha debe enterrarse
a la altura del misterio
desde donde crecen los árboles.
Sabe muy bien
que cada golpe,
con esa hacha,
en ese árbol
es un golpe dado a sí mismo.
Sabe muy bien
que en ese movimiento
debe esforzarse hasta el final
para ser un árbol,
y el árbol debe esforzarse
hasta el final para ser un hombre.
Cuando el árbol
es derrumbado finalmente
queda la pulsación en la mano
de esa caída
y muy en el fondo
el leñador sabe
que en el ciclo
de la vida y la muerte
un leñador siempre será un árbol
y un árbol siempre será un hombre.
Callar es otra forma de hablar
a Alejandro Jiménez
Una madeja de luz es la guía
hacia el camino
en que el lago y las hojas se desprenden,
cayendo íntimamente
en los ojos de un niño pequeño.
El silencio puede hablar mucho más
que cualquier sonido.
El callar
es otra forma de sabiduría
que no conocemos.
El camino es simple:
el discípulo puede llegar a maestro,
el maestro puede llegar a discípulo.
Sombrero
Como si las volutas del té
nos dijeran:
“La vida es un sueño que ya se soñó”.
Ahora recuerdo tu casa
con olor a barco viejo
y tu sombrero suspendido
sobre el vaho de tu cuerpo.
Recuerdo el oleaje de luces
que atravesaban las habitaciones
y el sonido del agua lavándote los pies.
Recuerdo la danza en el salón
como si fueras una ciega palpando la claridad del día,
y recuerdo la belleza de tus ojos absortos,
como el recuerdo de un gato
mirando la oscuridad.
Lo que debe volver
a Ennio Moltedo
La luz ha dejado su orden
en la voz que va y viene sin ser llamada,
en el recuerdo que se abre paso
sobre el sueño detenido en el tiempo.
Algo nos dice
que las hojas ahora se trasladan
en otra dirección,
que la sombra del árbol
va más allá
de la cerca rota en la infancia.
Mas si pudiéramos recoger
las huellas en el vidrio
entibiado por el sol,
seríamos otros,
otros que en silencio iríamos
hacia una puerta abierta en el aire,
o hacia dos llamas que se juntan
para volver en las palabras
que prometieron rescatar
a un amigo secreto.
Amar
Para Anuvis
Amar y perderse en el otro
para encontrase así mismo,
alargarse con todas las manos que poseemos
para acariciar eternamente,
volver a la vida
para mirar ese rostro por siempre,
volver a la vida
para que la vida vuelva en otro,
internarse hasta llegar a tocar la puerta
de lo que no conocemos de los sueños,
sentir que en otros ojos
esté todo lo que podemos ver,
olvidarse de quién se es
para ser en ella,
amar como un milagro,
amar por primera y última vez.
Peregrinar
Mi perro se convierte en lo que sueña
y lleva puesto mi rostro en su rostro
para peregrinar hasta el árbol
más distante de la lluvia.
Espera largamente el aullido
de mi boca en su boca
y derrama su cuerpo
en mi cuerpo
para exorcizar su ofrenda.
Duermen sus ojos en mis ojos
y confunde mi nombre con su nombre,
se pierde en mi espejo
para que yo pueda encontrarme en el suyo.
Asemeja su vida en mi vida
y desaparece su muerte con mi muerte.
Convoca su perdón con el mío
y regresa mi sueño a su sueño.
Retoma su edad en mis años
y hunde sus pasos
donde ya no llegan los míos.
*Alejandro Cerda A. (Viña del Mar, 1972) Poeta. En 1993 ingresó a la Universidad Andrés Bello para estudiar Psicología, la cual abandonó para viajar por Latinoamérica. Ha organizado diferentes encuentros literarios: Ciclos de Invierno en la Universidad Arcis sede Valparaíso (2005); Ciclos de Poesía Oriental en la Universidad Viña del Mar (2005); Quilpoesía (2000); Homenaje al poeta Jorge Teillier (2003, 2004 y 2005). Ha sido publicado en numerosas revistas y antologías como Trilce; Mil Rostros de la Poesía Chilena (Berlín, Alemania); Revista Cultural de la Queensland University (Australia).
Ha obtenido el segundo lugar en los Juegos Florales de la Municipalidad de Valparaíso, 2003; Primera Mención en el Concurso Nacional de Poesía de la Fundación Neruda, 2004. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés por el poeta y profesor de literatura Dave Oliphant (University of Texas, Austin, EEUU).
En el 2007 obtiene la beca a la creación literaria que entrega el Consejo Nacional de la Cultura con su obra Contemplaciones, publicada recientemente por Ediciones Comuna Memoria.
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