miércoles, 31 de octubre de 2007

Alejandro Cerda


Ojos en la fuente


Jugábamos con mi hermana Fernanda

a quién podía tener los ojos abiertos

por más tiempo.

Después el sol nos iluminaba los ojos

como espejos en una fuente china,

y al mirarnos tanto rato

podíamos vernos el uno dentro del otro.

Dimensión inigualable

era el viajar por los ojos,

fijar la vista hasta perderse

en la misteriosa identidad de los sueños.

Pasábamos por mucho tiempo

con los ojos intactos

hasta no saber

si abrir o cerrar los ojos

era la entrada o la salida.




Gaviotas


a Juan Luis Martínez


Me gusta el sonido de las gaviotas

lejos del mar,

porque reconocen una parte de mí

que no conozco.

Representan el lenguaje

que puedo hablar mientras duermo,

definen la extensión

de un sueño profundo

que no recuerdo mientras despierto.

Revelan la existencia

del misterio de lo desconocido,

descifran la ruta

del regreso hacia mí.




Entre los árboles


a Colomba, Almendra y Bárbara


Entre los árboles

mi hija no es más que un sueño

que aparece y desaparece.

Es la dicha inexplicable

que nos abandona y nos visita

sin término.

Una gran multitud de árboles

moldeando el silencio por las tardes,

la paz de una cama de hojas

para la siesta del verano.

Resucitar para habitar

sus ojos llenos de flores,

perderse entre las sombras de los árboles

para ser rescatado

por el murmullo del viento.




La pagoda y el lago


Desde la pagoda pienso:

el tiempo no puede tocar el lago,

el lago es el reflejo de otro mundo,

otro mundo

donde el tiempo ya no es el tiempo.




El leñador


Cada leñador

posee una oración

para derribar un árbol.

Sabe muy bien

que el hacha debe enterrarse

a la altura del misterio

desde donde crecen los árboles.

Sabe muy bien

que cada golpe,

con esa hacha,

en ese árbol

es un golpe dado a sí mismo.

Sabe muy bien

que en ese movimiento

debe esforzarse hasta el final

para ser un árbol,

y el árbol debe esforzarse

hasta el final para ser un hombre.

Cuando el árbol

es derrumbado finalmente

queda la pulsación en la mano

de esa caída

y muy en el fondo

el leñador sabe

que en el ciclo

de la vida y la muerte

un leñador siempre será un árbol

y un árbol siempre será un hombre.




Callar es otra forma de hablar

a Alejandro Jiménez

Una madeja de luz es la guía

hacia el camino

en que el lago y las hojas se desprenden,

cayendo íntimamente

en los ojos de un niño pequeño.

El silencio puede hablar mucho más

que cualquier sonido.

El callar

es otra forma de sabiduría

que no conocemos.

El camino es simple:

el discípulo puede llegar a maestro,

el maestro puede llegar a discípulo.




Sombrero


Como si las volutas del té

nos dijeran:

“La vida es un sueño que ya se soñó”.

Ahora recuerdo tu casa

con olor a barco viejo

y tu sombrero suspendido

sobre el vaho de tu cuerpo.

Recuerdo el oleaje de luces

que atravesaban las habitaciones

y el sonido del agua lavándote los pies.

Recuerdo la danza en el salón

como si fueras una ciega palpando la claridad del día,

y recuerdo la belleza de tus ojos absortos,

como el recuerdo de un gato

mirando la oscuridad.




Lo que debe volver


a Ennio Moltedo


La luz ha dejado su orden

en la voz que va y viene sin ser llamada,

en el recuerdo que se abre paso

sobre el sueño detenido en el tiempo.

Algo nos dice

que las hojas ahora se trasladan

en otra dirección,

que la sombra del árbol

va más allá

de la cerca rota en la infancia.

Mas si pudiéramos recoger

las huellas en el vidrio

entibiado por el sol,

seríamos otros,

otros que en silencio iríamos

hacia una puerta abierta en el aire,

o hacia dos llamas que se juntan

para volver en las palabras

que prometieron rescatar

a un amigo secreto.




Amar


Para Anuvis


Amar y perderse en el otro

para encontrase así mismo,

alargarse con todas las manos que poseemos

para acariciar eternamente,

volver a la vida

para mirar ese rostro por siempre,

volver a la vida

para que la vida vuelva en otro,

internarse hasta llegar a tocar la puerta

de lo que no conocemos de los sueños,

sentir que en otros ojos

esté todo lo que podemos ver,

olvidarse de quién se es

para ser en ella,

amar como un milagro,

amar por primera y última vez.




Peregrinar


Mi perro se convierte en lo que sueña

y lleva puesto mi rostro en su rostro

para peregrinar hasta el árbol

más distante de la lluvia.

Espera largamente el aullido

de mi boca en su boca

y derrama su cuerpo

en mi cuerpo

para exorcizar su ofrenda.

Duermen sus ojos en mis ojos

y confunde mi nombre con su nombre,

se pierde en mi espejo

para que yo pueda encontrarme en el suyo.

Asemeja su vida en mi vida

y desaparece su muerte con mi muerte.

Convoca su perdón con el mío

y regresa mi sueño a su sueño.

Retoma su edad en mis años

y hunde sus pasos

donde ya no llegan los míos.






*Alejandro Cerda A. (Viña del Mar, 1972) Poeta. En 1993 ingresó a la Universidad Andrés Bello para estudiar Psicología, la cual abandonó para viajar por Latinoamérica. Ha organizado diferentes encuentros literarios: Ciclos de Invierno en la Universidad Arcis sede Valparaíso (2005); Ciclos de Poesía Oriental en la Universidad Viña del Mar (2005); Quilpoesía (2000); Homenaje al poeta Jorge Teillier (2003, 2004 y 2005). Ha sido publicado en numerosas revistas y antologías como Trilce; Mil Rostros de la Poesía Chilena (Berlín, Alemania); Revista Cultural de la Queensland University (Australia).

Ha obtenido el segundo lugar en los Juegos Florales de la Municipalidad de Valparaíso, 2003; Primera Mención en el Concurso Nacional de Poesía de la Fundación Neruda, 2004. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés por el poeta y profesor de literatura Dave Oliphant (University of Texas, Austin, EEUU).

En el 2007 obtiene la beca a la creación literaria que entrega el Consejo Nacional de la Cultura con su obra Contemplaciones, publicada recientemente por Ediciones Comuna Memoria.

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